«El exilio te deja dividido para siempre»

“El exilio tiene muchos costos, y nunca se termina de pagar. Uno queda dividido para siempre”, dijo Marta De Cea al final de su testimonio durante la audiencia que se llevó a cabo por la tarde de hoy.

 

Marta De Cea
En una síntesis precisa de su secuestro, detención y tortura, desde México Marta contó cómo fue arrancada de su casa por una patrulla que se identificó ante la policía local como “federales”.
Vivía en Cinco Saltos, era dueña de la librería “Libracos” en Neuquén junto con su socia Marta Echeverría y había sido cesanteada de la Universidad Nacional del Comahue durante la gestión de Dionisio Remus Tetu en enero de 1975.

“Yo era docente de Humanidades y también estaba en el área no docente, así es que tuve dos decretos de prescindencia. Cuando los docentes venían a la librería, comentaban que en las asambleas y reuniones había policías, que no eran ni docentes ni alumnos, el ambiente era de terror”, dijo De Cea cuando se le consultó sobre cómo recordaba la vida universitaria después del golpe de Estado.
Con mucha entereza, describió que el 2 de septiembre de 1976, pasadas las 23,30, una patrulla tocó a su puerta y se identificó como “policía”. Como no tenían uniformes, la profesora universitaria llamó a la comisaría local y solicitó que la detención “fuera legal”. Detalló que cuando finalmente llegó la policía de Cinco Saltos, abrieron la puerta y entonces “salió gente encapuchada de atrás” de la casa.
En la vivienda estaban su madre y sus dos hermanas. Una de ellas siguió al Ford Taunus en el auto, y cuando los perdió fue a radicar la denuncia a la comisaría de Cinco Saltos por el secuestro.
“Me aferré al policía del pueblo y entonces nos llevaron a todos al Taunus en el que venían. Pero a él lo dejaron en el camino. Es ahí cuando me vendan los ojos, me envuelven en una frazada y me ponen en el piso, y ponen sus pies sobre mí”, describió.
En esa postura supo que los secuestradores se quejaban de que su hermana los perseguía. Luego detectó el paso por el puente hacia Neuquén y finalmente su trayecto terminó en el centro clandestino “La Escuelita”.

“Me ataron de pies y manos, supe que había otra gente porque sentía los lamentos. Al otro día me llevaron a otro lugar, otra dependencia, me acostaron en la cama y me interrogaron con picana; uno de ellos me trataba con familiaridad, me conocía, y yo creo reconocer en él a Guglielminetti”, sostuvo así como lo denunció en el juicio de 2008.
Explicó que en su caso los interrogatorios bajo tortura siempre ocurrieron a primera hora de la mañana y que, después de las sesiones, en el lugar “se escuchaban gritos, lamentos, pedidos de auxilio”.
Agregó que una de las preguntas frecuentes era sobre cuál era el destino de la diputada del Frejuli René Chávez. “Ella había sido alumna mía en Humanidades y ahora era diputada; pero yo había sido prescindida por Remus Tetu en 1975, así es que no tenía idea de ella ni de su paradero. Guglielminetti había estado en mi casa después del golpe, cuando sólo estaba mi madre y revisó todo en busca de René Chávez, él preguntaba con familiaridad durante la tortura, como que nos conocía”, dijo.
Describió que durante las sesiones de picana “todo el tiempo estaba la radio prendida, y siempre había alguien que escribía en una máquina”. Dijo que estando vendada le decían que tenían fotos de ella en manifestaciones, y si bien nunca las pudo ver porque “decían que si se nos caía la venda, en eso se iba nuestra vida; entonces nunca intenté mirar”, pero creyó en la palabra de sus secuestradores porque “me decían que estaba en una manifestación con un poncho rojo, que era cierto, lo tenía; y en otra en Roca, y allí también había estado como docente manifestándome”, dijo Marta.
Agregó que la búsqueda de su familia y la intervención del obispo Jaime De Nevares irritaban a los torturadores. “Decían que De Nevares estaba molestando, que se metía donde no debía, y estaban muy molestos por los trámites que hacía mi familia que preguntaba por mí”, sostuvo.
Destacó que durante su cautiverio en el centro clandestino reconoció a Enrique Teixido y a Silvia Botinelli “porque nos dijimos los nombres” y que también supo que Luis Genga estuvo en el lugar “porque pedía agua”.
“Al menos dos veces me pusieron el arma en la cabeza”, describió De Cea con respecto a los simulacros de fusilamiento.
Relató que antes de su secuestro había recibido correspondencia desde México y siempre venía abierta, o “atada con un hilito”. “Ellos me preguntaban durante la tortura sobre mis nexos en México, querían involucrarme con organizaciones de lo que ellos buscaban, subversivos.”
Después del 8 de septiembre -ella estimó que el 10 aproximadamente-, cuando escuchó en la radio sobre la muerte de Mao Tse Tung, fue sacada de noche del lugar “de la misma manera, vendada, atada y puesta abajo de una frazada en un auto en el que pisaban. Cruzamos a Cipolletti, me dejaron en un calabozo y me sacaron la venda. Luego me la volvieron a poner y me la sacaron directamente en la oficina del comisario (Antonio) Camarelli. Delante mío él llamó a la comisaría de Cinco Saltos y les dijo que yo había aparecido, que como estaba en muy mal estado esperaran allá que me iban a llevar a la comisaría”.

 

 

Emiliano Ortiz. 11 abril 2012 indagatorias enel tof
El comisario Antonio Camarelli dijo en 2.012 que no formaba parte del aparato represivo, ni reconoció situaciones de tortura en la comisaría a su cargo.


Con indignación, describió que escuchó de boca del mismo Camarelli que “decía que me habían encontrado en un baldío, que seguramente me habían dejado allí mis propios compañeros que seguro que eran los mismos que me secuestraron”.
En la comisaría de Cinco Saltos la esperaba un médico, el comisario Desiderio Penchulef, el comisario Camarelli y el agente de inteligencia del a policía rionegrina Miguel Ángel Quiñones.

“Levantaron un acta con la misma versión que dijo Camarelli, y mi hermana María del Carmen, que me había ido a buscar, se negaba a firmar porque decía que eran mentiras, porque ella misma había hablado con el mayor Luis Farías Barrera que le había reconocido que ellos me tenían, que no estaba en un hotel de lujo, pero que estaba bien. Incluso me llevó un abrigo porque yo tenía un vestido liviano cuando me llevaron y en esos días hubo hasta ocho grados bajo cero, según escuché en la radio, yo tiritaba todo el tiempo”, destacó.
Marta De Cea explicó que le suplicó a su hermana que firmara la versión que había inventado Camarelli “porque me quería ir de ahí. Me dijeron que me iban a dejar un policía de guardia en mi casa porque podían regresar los secuestradores a buscarme; esa noche yo agarré mis cosas y al otro día me fui a Buenos Aires y luego a México.

Marta de Cea 2

Consultada sobre qué tan familiar le resultaba la voz de Guglielminetti, De Cea no dudó en especificar que “era un personaje público, estaba en la radio LU5 y desde que Remus Tetu estuvo en la Universidad, fue nombrado por él. Guglielminetti era muy conocido en la zona, cuando teníamos la librería con Marta Echeverría nos pusieron una bomba, y todos decían que habían sido Guglielminetti y Cáceres -policía de inteligencia rionegrino que era parte de la custodia de Remus Tetu-. Guglielminetti siempre estaba en la Federal y en la Universidad”, relató.
Finalmente, consultada por el exilio, describió que “uno no elije salir de un pueblo chico como Cinco Saltos a una ciudad como DF (Distrito Federal de México), es muy difícil. El exilio tiene muchos costos que uno nunca termina de pagar: mi madre murió en México, que fue un lugar que ella no eligió, una de mis hijas vive ahora en Buenos Aires en busca de sus raíces, y uno vive dividido para siempre, la vida le queda dividida”, finalizó.
Sindicato de Prensa de Neuquén 2.013

foto Camarelli Emiliano Ortiz /2.012